miércoles, 16 de abril de 2008

RITUAL MENOR DEL PENTAGRAMA

El ritual menor de destierro del pentagrama se compone de cuatro partes:

Parte 1 . La Cruz Cabalística
Parte 2. La formulación de los Pentagramas
Partes 3. La evocación de los Arcángeles
Parte 4. La Cruz Cabalística

Para realizar este ritual usted deberá imaginar que traza en el aire grandes estrellas (pentagramas) en cada uno de los puntos cardinales.

Las estrellas que debe trazar se conocen como pentagramas de invocación o de destierro de tierra.

Pentagrama de invocación:
Si se desea atraer o invocar las fuerzas elementales se trazaran 4 pentagramas de invocación de tierra, en cada uno de los puntos cardinales.


Pentagrama de destierro:
Si se desea alejar o desterrar las fuerzas elementales se trazaran 4 pentagrama de destierro de tierra, en cada uno de los puntos cardinales.




Los pentagramas deben realizarse de un solo trazo, empezando desde el punto señalado con la flecha en cada caso, y formulándolas como poderosas estrellas llameantes, teniendo especial cuidado en cerrar sus vértices. La impresión final debe ser como de un anillo de fuego tachonado en cuatro lugares con estrellas de fuego.



Como trazar correctamente los pentagramas:
Con la punta de los dedos índice y medio o con una daga comenzaremos a trazar los Pentagrama de invocación o de destierro en el aire frente a nosotros. A medida que lo vayamos trazando debemos irlo visualizando ardiendo en un azul brillante con tonos dorados (similar a la de la llama de gas).
La forma de trazarlo correctamente es tomar como referencia las caderas, los hombros y el punto correspondiente al tercer ojo.
Si se va a realizas el ritual del destierro del pentagrama (ver dibujo mas arriba) se comienza en el punto frente a la cadera izquierda, se sube en diagonal hasta el tercer ojo, desde ahí se desciende en diagonal hasta la cadera derecha, se traza una línea diagonal hasta el hombro izquierdo desde donde se desplaza horizontalmente hasta el hombro derecho, para finalizar nuevamente en la cadera izquierda, cerrando de esa forma el Pentagrama. Recuerde que es muy importante intentar terminar el pentagrama en el punto exacto en el que se comenzó.
Si se va a realizar el ritual de invocación del pentagrama se procede de la misma manera mencionada mas arriba pero se partirá de la punta superior de la estrella. ( ver dibujo).



Ejecución





Parte primera: la cruz cabalística:
• De pie, detrás del altar “si lo tiene” con los pies juntos y mirando hacia el este realice La Cruz Cabalística.

Ritual de la Cruz Cabalística


Mirando al Este. Toma una profunda inspiración mientras visualizas una lengua de fuego encima de tu cabeza, expira mientras la visualizas y pronuncia:
Atah (aaa-taaahhh)
Inspire mientras eleva los brazos con las palmas viradas hacia arriba. Luego que tenga los brazos elevados expire.
Inspire mientras visualiza un brillante rayo de luz descendiendo con rapidez desde la lengua de fuego, pasando a través de la coronilla y el centro del cuerpo y llegando al suelo hasta quedar entre ambos pies. En la expiración diga:
Malh kuth(mmmmaaahhhll-koooth)
Inspire mientras lleva la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho y diga:
V'Geburah (Geee-buuu-raaah)
Inspiramos y llevamos la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo expiramos el aire mientras decimos:
V'Gedolah (Geee-dooo-laaaah)
Con los brazos cruzados sobre el pecho bajamos la cabeza e inspiramos el aire, sentimos una gran concentración de poder en el corazón, expire y diga:
Le Olam Ve Ad
La palabras que usted acaba de pronunciar están dichas en idioma hebreo pero las puede pronunciar en su idioma natal si desea aunque por lo general y debido a motivos cabalísticos se cree que puede ser mas efectivo si lo hacemos en hebreo. A continuación los significados de estas frases:
Atha Tu eres
Malkuth El Reino
V'Geburah El Poder
V'Gedolah La Majestad
Le Olam Ve Ad Por los tiempos eternos
Este ritual es para investir al mago de poder.



Parte segunda: La formulación de los Pentagramas

Primer paso: Desplazándose hacia su izquierda, de la vuelta hacia delante del altar, hacia él limite de su espacio ritual o de su circulo, desde allí mirando hacia el este dibuje un pentagrama según se ha indicado anteriormente.
Segundo paso: Inhale por la nariz. Mientras lo haga, sienta que la energía fluye desde los confines del universo a través de su nariz y su cuerpo y que desciende por la punta de sus pies hacia el centro de la Tierra. Mientras inhala, debe tener las manos levantadas a ambos lados de la cabeza, junto a las orejas.
Tercer paso: De un paso hacia adelante con el pie izquierdo. Al mismo tiempo, dirija los brazos hacia adelante, de modo que señalen el centro exacto del pentagrama azul incandescente que esta frente de usted (esta acción se conoce como la “Forma del Dios” El Que Entra)**. Mientras haga esto, debe exhalar y sentir que la energía sale de su cuerpo, por sus brazos y sus manos, atraviesa el pentagrama y se dirige hacia los confines del universo. Debe utilizar toda la exhalación para pronunciar el nombre de Dios: Yod-he-vau-he
Cuarto paso: Vuelva a poner las manos junto a las orejas mientras desplaza el pie izquierdo a su posición original. Baje la mano izquierda y situela junto a Usted; señale hacia el centro del pentagrama con el dedo índice y medio de la mano derecha (o con la daga). Ahora trace una línea en el aire a la altura del centro del pentagrama mientras se desplaza en el sentido de las agujas del reloj alrededor de los Limites de su espacio circular. Debe desplazarse 90 grades para finalizar en el Sur, mirando hacia el Sur. Mientras traza la línea en el aire, debe visualizar una luz blanca brillante que emana de la punta de su dedo o de la daga. En el Sur, repita el tercer paso, pero al final pronuncie con voz vibrante : A-DO-NAY.
Quinto paso: Repita lo anterior pero desplazándose hacia el Oeste y pronuncie con voz vibrante: E-HE-EIH
Sexto paso: Repita lo anterior pero desplazándose hacia el Norte y pronuncie con voz vibrante: A-AGLA
Séptimo paso: Complete el circulo conectando una línea blanca desde el Norte hasta el Este, donde empezó. Luego, desplazándose en la misma dirección de las agujas del reloj, sitúese de nuevo detrás del altar como cuando empezó el ritual. Debe encontrarse de nuevo de cara al Este.
Octavo paso: Ahora visualice como el circulo blanco y brillante se ensancha hacia arriba y hacia abajo hasta formar una esfera que pasa por encima de usted, por debajo y a su alrededor. Lo que ha hecho ha sido crear una esfera de una blancura brillante a su alrededor con pentagramas de azul eléctrico en los cuartos que han sido cargados y sellados con nombres de Dios.

*para este ritual si no disponemos de un espacio amplio, ni del altar deberá simplemente trazar los pentagramas frente a usted y girar desde donde se encuentra.

El espacio ritual El que entra




Parte tercera: La evocación de los Arcángeles

Primer paso. Extienda sus brazos rectos hacia los lados, de modo que su cuerpo forme una cruz. Si tiene una daga, la punta debe señalar hacia arriba tómese un segundo o dos para sentir de nuevo que las energías fluyen a través de usted y le convierten en una cruz brillante de luz como cuando realizamos la Cruz Cabalística. “La cruz representa también los cuatro elementos arquetípicos: Aire, Tierra, Fuego y Agua”

Segundo paso. Visualice delante de usted, una figura angelical flotando encima de una colina o sobre un precipicio, la figura viste ropas amarillas con algunos toques de color púrpura. En su mano sostiene una vara en forma de caduceo (el símbolo utilizado por los médicos: una vara con 2 serpientes) su ropa ondean al viento y de el proviene una brisa que nos atraviesa y nos purifica. Diga:
Delante de mí, Ra-fa-el (pronuncie el nombre del arcángel con voz vibrante).

Tercer paso. Visualizamos en el Oeste (detrás de nosotros) una figura vestida de azul con toques de color naranja. La figura tiene en su mano una copa de la cual emana agua y se sostiene en pie sobre una corriente de agua ( puede a veces dar la impresión de que tiene detrás una cascada ) Intente sentir la humedad en el aire o el roció de la cascada, que nos penetra y purifica, Diga:
Detrás de mi, Ga-bri-el (pronuncie el nombre con voz vibrante).

Cuarto paso. Visualice a su derecha una figura vestida de rojo con toques verdes esmeralda. La figura esta de pie en un paisaje de tipo volcánico y sostiene una espada en llamas. Debería usted sentir el calor que proviene de la dirección de la figura, este calor nos traspasa y nos purifica Diga:
A mi derecha, Mi- JAT-el (pronuncie el nombre con voz vibrante).


Quinto paso. Visualice a su izquierda una figura vestida de tonos verdes y marrones, esta de pie sobre un paisaje de tierra fértil y en su mano sostiene unas gavillas de trigo. De esta figura emana una sensación de estabilidad y fertilidad que nos inunda Diga:
Y a mi izquierda U-RI-eL (pronuncie el nombre con voz vibrante).

Sexto paso. Separe su pie izquierdo hacia la izquierda y visualice otro hermoso pentagrama azul alrededor de usted, dibujando su cuerpo.
Diga: Y a mí alrededor brilla y resplandece el pentagrama....

Séptimo paso. Visualice un hexagrama dorado (una estrella de seis puntas, llamada a veces estrella judía) en su interior, justo en el punto en que se encuentra el corazón. Diga:
Y en mi interior brilla la estrella de seis rayos.


Parte cuarta: Repita la primera parte.
La Cruz Cabalística


El ritual del pentagrama sirve para varios propósitos

1. Purifica, destierra y protege de cualquier influencia energética indeseada “ sean estas fuerzas elementales o astrales”
2. Sirve para abrir o cerrar un ritual mas largo y complejo.
3. Establecer o restablecer el equilibrio antes de un ritual.
4. También mejora muchísimo la capacidad de visualización.
5. Sirve como protección contra cualquier tipo de obsesión psicológica, ataque psíquico, pesadillas, etc

La practica de este ritual ensanchara su aura.

“Esto hará que los demás le tengan en mayor estima, que le respeten mas y acudan hacia usted buscando consuelo. Se dará cuenta de esto cuando los demás empiecen a hacerles apreciaciones positivas de todo tipo”
Lo que en realidad sucede es que su aura se ha ensanchado y fortalecido, la gente detectara esto a nivel inconsciente.
Además al tener su aura fortalecido se sentirá espiritualmente y psíquicamente mas fuerte que nunca

Pero el propósito mas importante aunque, también el mas etéreo de este ritual es para conocerse a si mismo.

“Si tiene la fuerza de voluntad de perseverar en la practica de este ritual, diariamente, desarrollara un sentimiento distinto sobre si mismo y sobre la relación con los demás y con el mundo que le rodea, esto le afectara en muchos aspectos positivos, pero sutiles”.


Israel regardie destacado ocultista escribió:
El objetivo del ritual Menor del Pentagrama es eliminar de la esfera mental lo innecesario, purificando y fortaleciendo el organismo. Los elementos más densos son lentamente expulsados de la esfera aural, permitiendo que energías más sutiles y refinadas ingresen a nuestro ser. De esa manera tiene lugar una verdadera purificación, y un incremento en la percepción de los niveles espirituales mas sutiles.


El ritual del pentagrama debe realizarse todos los días. Al cabo de tres meses tu capacidad de visualización se habrá desarrollado tanto, que veras los pentagramas que has trazado como si los dibujaras sobre una pizarra.
Además el contacto con los arcángeles dejara de ser subjetivo, se volverán muy reales, pudiendo sentir sus presencias y sus cualidades.
Otro fenómeno observado es que se va produciendo un cambio interno que se puede traducir como equilibrio, desarrollándose un sentimiento distinto de si mismo.
Por ultimo se observara que al trazar los pentagramas y el circulo pareciera que uno emanara de los dedos una sustancia blanca brillante que delimita claramente los trazos.
A título informativo y a modo de oración, el pentagrama de invocación debe usarse por la mañana, y el de destierro por la tarde.


La actitud que adopte cuando realice este ritual es importante, obtendrá del ritual exactamente lo mismo que haya aportado en el. Si por ejemplo realiza este ritual enfadado, saldrá mas enfadado todavía.
Debe adoptar una actitud positiva: este seguro que si invoca la presencia de los arcángeles ellos vendrán, este seguro que los pentagramas se encuentran allí, por que están allí solo que todavía no ha desarrollado la capacidad de visualización para poder verlos claramente.
No debe estar ansioso por los resultados, limítese ha realizar el ritual lo mejor que pueda y tendrá éxito

Cuando realice este ritual debe comprender que se encuentra en presencia de los arcángeles así que compórtese con respeto ante la divinidad.

RITUAL MENOR DEL PENTAGRAMA

jueves, 3 de abril de 2008

PAPA HONORIO I

http://apologetica.org

El caso del Papa Honorio I

Sobre la verdadera naturaleza de la "herejía" de Honorio I.

Por Albert Viciano, tomado de Archimadrid.es

En la actuación de Honorio I hay un error más disciplinar que doctrinal

Del Papa Honorio (625-638) se ha dicho que incurrió en herejía. Un examen atento del problema indica que Honorio, en realidad, fue negligente al no captar la gravedad del error -"monotelismo"- del Patriarca de Constantinopla Sergio; y, aunque quería sostener la doctrina correcta, la expuso con una terminología ambigua y equívoca.


A lo largo de los siglos cuarto a séptimo, el oriente cristiano estuvo sacudido por la controversia doctrinal de contenido cristológico, referente a las relaciones de la doble naturaleza de Jesucristo con su única persona, la del Hijo de Dios. Estos debates, que enfrentaban a obispos, monjes y teólogos, tenían también una dimensión socio-política, por cuanto en el Imperio Bizantino y, más en general en toda la antigüedad tardía y en la edad media, era cultural y religiosamente impensable una separación entre la Iglesia y el poder civil. De ahí que estas polémicas teológicas fueran vistas como un peligro para la unidad política del Imperio, de modo que los emperadores se sintieron obligados a intervenir en busca de soluciones que facilitaran la concordia entre los obispos.


Con el paso del tiempo, a finales del siglo sexto y principios del séptimo, a estos problemas internos se añadieron dificultades de política exterior, ya que amenazaba gravemente una reducción del territorio bizantino a causa de las invasiones de los persas desde el este, de los eslavos desde el norte y de los árabes mahometanos desde el sur. Es más, los partidarios del monofisismo velan en la llegada de los invasores árabes una especie de castigo de Dios por la existencia de un emperador hereje; por ello, esta peculiar interpretación de los signos de los tiempos estimulaba al emperador y al patriarca constantinopolitano a buscar una fórmula conciliadora que rápida y eficazmente lograra la unificación religiosa del Imperio.

NACIMIENTO DEL MONOTELISMO

En estas circunstancias se levantó el nuevo emperador Heraclio (610-641), el cual comprendió que el peligro de la situación exigía aunar todas las fuerzas no sólo físicas, sino también morales del imperio; es decir, habla que terminar con la división religiosa entre obispos calcedonianos y monofisitas. Por eso, el patriarca de Constantinopla, Sergio, volvió a tomar la idea de Justiniano de unificar todas las tendencias religiosas; esta vez debía hacerse sobre una nueva base.

En tiempos de Justiniano, la solución habla sido de tipo negativo: condenar a ilustres figuras más o menos próximas al nestorianismo, para así satisfacer a los monofisitas. Ahora la nueva solución iba a ser más bien positiva: profundizar en la doctrina cristológica para lograr una concepción intermedia, en la que podían convenir tanto los calcedonianos más ortodoxos como los monofisitas más pertinaces.

Esta fórmula de conciliación propone la siguiente doctrina: a consecuencia de la unión personal de las dos naturalezas, humana y divina, de Jesucristo, existe en él una sola energía, una manera de obrar única, una sola voluntad. A esta doctrina se la ha designado con los nombres griegos de monoteletismo (abreviadamente, monotelismo) o monoenergetismo (abreviadamente, monergetismo o monoenergismo). De esta manera creía Sergio que se podría obtener la unión deseada, ya que, por una parte, se daba satisfacción a los católicos, con la admisión de las dos naturalezas, conforme al concilio de Calcedonia; y, por otra parte, satisfacía a los monofisitas, pues esta energía y voluntad única era, al fin y al cabo, el símbolo de una unidad perfecta en Cristo, que es lo que ellos defendían.

El emperador Heraclio aceptó la propuesta del patriarca Sergio. De hecho, ambos comenzaron inmediatamente a poner en juego todos los resortes del Imperio para hacer aceptar la nueva doctrina. Pero este no fue sino el inicio de una nueva controversia, la del monotelismo, que duró casi todo el siglo séptimo.

Ya por los años 619 y 620 emprendió Sergio su campaña de atracción. Encontró gran acogida entre los obispos monofisitas de amplias regiones como fueron Siria, Armenia y Egipto, que se reunificaron oficialmente con Constantinopla, mientras que entre los calcedonenses topó con decidida oposición. De entre éstos destacaron los monjes Sofronio y Máximo, procedentes de Palestina, que se hallaban entonces en Alejandría. Poco tiempo después, muerto el patriarca de Jerusalén, Sofronio fue elegido sucesor suyo en esta sede. Inmediatamente celebró un sínodo en Jerusalén el mismo año 634, en el que se propugnaron los principios contrarios a la doctrina de Sergio y se defendió expresamente la doctrina de las dos operaciones, de las dos energías y de las dos voluntades, humana y divina, en Cristo. Lo mismo repitió Sofronio en una amplia carta sinodal, en la que recalcaba los puntos fundamentales: unidad de persona, dualidad de naturaleza y, por consiguiente, dualidad de operaciones y de voluntades, ya que por las operaciones se distinguen las naturalezas. Sergio rehusó recibir la carta sinodal de Sofronio, aun cuando no emprendió ninguna acción contra él.

INTERVENCIÓN DE HONORIO

Hasta este momento el patriarca de Constantinopla, Sergio, y el de Alejandría, Ciro, habían promulgado la nueva profesión de fe y tratado con los monofisitas sin preocuparse de la opinión de Roma. Únicamente, cuando Sergio se encontró con la oposición de Sofronio de Jerusalén, creyó oportuno exponer los hechos al Papa Honorio (625-638) y obtener su adhesión. En su escrito a Honorio, Sergio expuso una relación completa de sus esfuerzos y los del emperador Heraclio para hacer volver a los herejes monofisitas a la unidad de la fe, insistiendo en su aceptación del concilio de Calcedonia. Sergio exageraba algo estos buenos resultados y omitía decir que la aceptación del concilio de Calcedonia no aparecía explícitamente en las "actas de unión" por las que las iglesias monofisitas se habían reconciliado con la sede constantinopolitana.




El Concilio Vaticano I planteó el dogma de la infalibilidad pontificia. La supuesta objeción que plantearía el caso de Honorio se salvó al valorarse el anatema impuesto al Papa como una medida disciplinar, no como un conflicto doctrinal.

En su carta también le contó la intervención de Sofronio y resumió la doctrina de las dos energías (dienergía) en Cristo, defendida por el obispo de Jerusalén; Sergio, en su carta, se manifestó contrario a esta tesis y propuso al Papa Honorio una sutil solución que sirviera para desautorizar la doctrina de Sofronio: según la propuesta de Sergio a Honorio, habría que proscribir los términos dienergía y monoenergía, causantes de la oposición de Sofronio a la doctrina del monoenergismo; Sergio también proponía al Papa afirmar que el mismo Jesús ha operado (energein) lo divino y lo humano, proveniente sin división de un solo y mismo Verbo hecho hombre, "pues es imposible que el mismo sujeto tenga al mismo tiempo, respecto de un mismo objeto, dos voluntades contrarias".

LE FALTABA PREPARACIÓN

El Papa Honorio, a decir verdad, estaba mal preparado para tratar esta difícil cuestión cristológica y se dejó atrapar por las argucias bizantinas del patriarca, al que respondió con una carta de aprobación. En este escrito el Papa alababa los esfuerzos de Sergio y de Ciro por la unión lograda de tantas iglesias y se felicitaba de saber que el concilio de Calcedonia era admitido por los orientales.

Aprobaba la decisión de Sergio sobre la proscripción de los términos dienergía (o energía doble) y monoenergía (o energía única) por considerarlos demasiado especializados, propios más bien de eruditos y gramáticos. Según Honorio, bastaba pues, con que los obispos enseñaran que el mismo Verbo encarnado operaba divinamente las cosas divinas, humanamente las cosas humanas, que en toda su actividad no habla más que un solo agente y, por tanto, una sola voluntad: "unde et unam voluntatem fatemur Domini nostri lesu Christi".

Esta carta fue comunicada al mismo tiempo a Sergio y a Sofronio. Mientras Sergio se mostró envalentonado por el triunfo y aprovechaba la carta del Romano Pontífice como nuevo instrumento para implantar su doctrina, Sofronio se sintió profundamente preocupado. Este, convencido de que el Papa estaba mal informado sobre la doctrina realmente defendida por Sergio y por Ciro, envió a Roma a un presbítero llamado Esteban encargándole que expusiera a Honorio con toda objetividad el verdadero estado de la cuestión.

El Papa recibió esta embajada, pero no se dejó convencer por el relato del legado de Sofronio. Persistiendo, pues, en su anterior disposición, insistió en la orden de silencio prohibiendo que se usaran las expresiones de una o dos energías y, para que no hubiera lugar a dudas, redactó una nueva carta, dirigida a Sofronio y a Ciro, de la que sólo se conservan fragmentos; después puso esta carta en conocimiento de Sergio.

Según se desprende de los fragmentos conservados, Honorio manifiesta su convicción de que el debate de los orientales era cuestión de sutiles palabras y, aunque prohibía la discusión sobre el número de energías en Cristo, afirmaba netamente la dualidad de operaciones (es decir, la doctrina católica): la naturaleza divina operando lo que es divino y la naturaleza humana operando lo que es del hombre, sin división ni mezcla.

EDICTO IMPERIAL

Como consecuencia del acuerdo entre el Papa y los patriarcas de Constantinopla y de Alejandría sobre la necesidad de prohibir las discusiones sobre el número de energías y de afirmar la única voluntad en Cristo, se promulgó un edicto imperial (finales del 634 - principios del 635) ratificando esta prohibición.

Lejos de apaciguar los ánimos, esta decisión fue tomada a risa por los monofisitas que descalificaron a los calcedonianos por dar continuos bandazos doctrinales, primero afirmando la doble naturaleza y, por tanto, la doble energía de Cristo, después proclamando en él una sola energía, y, por último, decidiendo que en Cristo no hay ni una ni dos energías.

De este modo, el emperador y los patriarcas empezaron a darse cuenta de que la doctrina de la monoenergía, lejos de ofrecer el campo de entendimiento al que aspiraban, era para la Iglesia nueva causa de agitación. Pero se contentaban por el momento con los buenos resultados hasta entonces obtenidos de reunificación religiosa y se esforzaron en no comprometerla con nuevas discusiones, máxime en aquellas fechas en que el Imperio Bizantino necesitaba de todas sus fuerzas para luchar contra la invasión del Islam que amenazaba con desmembrar sus provincias orientales.

CONDENA DEL MONOTELISMO
Efectivamente, la controversia monotelita perduró varias décadas hasta que pudo zanjarse con la celebración del que sería el sexto concilio ecuménico y tercero de Constantinopla (680-681), siendo emperador Constantino Pogonato (668-685).

Siguiendo la costumbre de estos concilios ecuménicos, se examinó detenidamente la conducta de los principales personajes que hablan intervenido en toda la contienda y se siguió a cada uno de ellos un verdadero proceso, que a su vez se transformó en examen critico sobre la autenticidad e integridad de los textos aducidos. Luego se presentaron los textos pontificios, particularmente la última epístola del entonces Papa, Agatón (678-681), que declaraba la doctrina de las dos voluntades y dos operaciones en Cristo.

El resultado fue que el patriarca Jorge de Constantinopla aceptara la doctrina del Papa Agatón. Lo mismo hizo toda la asamblea.

Además, fue condenada expresamente la doctrina monotelita y, en consecuencia, se lanzó el anatema contra los cabecillas del monotelismo, entre los que se encontraban Sergio de Constantinopla, Ciro de Alejandría y Honorio de Roma.


EI Papa
Honorio
estaba mal
preparado
para tratar la
difícil cuestión
cristológica del
monotelismo y
se dejó
atrapar por
las argucias
bizantinas del
patriarca
Sergio

Terminado el concilio, el emperador insertó sus decisiones en un edicto imperial del año 681. El Papa Agatón falleció antes de aprobar el concilio, por lo que fue su sucesor, León II (681-683), quien aprobó las actas.





NO FUE HEREJE, SINO IMPRUDENTE

En un principio, la edad media consideró que la equivocación de Honorio no había sido propiamente de tipo doctrinal, sino más bien un error de gobierno, por haber escuchado y alentado el parecer de Sergio de Constantinopla y no el de Sofronio de Jerusalén. El mismo Papa León II, en su aprobación de las actas del concilio constantinopolitano tercero, emitió un juicio más suave hacia Honorio, por cuanto consideró que éste se limitó a "permitir" (no a defender) la doctrina herética; con términos semejantes León II se expresó en una carta dirigida a los obispos hispanos: "Honorio no extinguió la llama de la herejía como convenía a su autoridad apostólica, sino que por negligencia la azuzó".

Como se aprecia, León II no descalifica a Honorio por incurrir en la herejía monotelita, sino por fallo en su labor de gobierno. Sin embargo, su culpa, aun debida a negligencia, fue considerada en Roma tan grave que, en la profesión de fe que durante un cierto tiempo los Papas hacían en el acto de torna de posesión (Liber diurnus Romanorum Pontificum), Honorio era anatematizado, después de los herejes (no entre ellos), como uno que "con su negligencia fomentó el crecimiento de los falsos asertos de los herejes".

HONORIO Y LA INFALIBILIDAD.

En el siglo XV, a algunos teólogos convencidos de la infalibilidad pontificia, como Nicolás de Cusa, Juan de Torquemada y Gaspar Contarini, no les planteaba problemas la condena de Honorio en el sexto concilio ecuménico. El holandés Alberto Pigge sostuvo, en cambio, que ese concilio no pudo condenar al papa y, por ello, supuso que la inclusión de su nombre en las actas del concilio debió de ser una interpolación, es decir, una falsificación posterior. Esta hipótesis no es sostenida hoy en día por ningún historiador, ya que se ha probado la plena autenticidad de las actas del tercer concilio de Constantinopla.

Además, la hipótesis de Pigge fue rechazada ya desde el siglo XVI por algunos teólogos que, como Melchor Cano, consideraban que un Papa pudo hacerse hereje sólo como doctor privado. Esta opinión no duró mucho tiempo más. En la edad moderna, únicamente teólogos protestantes y también teólogos católicos partidarios de doctrinas galicanas consideraron que el papa Honorio había sido hereje.

Cuando en el Concilio Vaticano I (1870) se planteó la definición dogmática de la infalibilidad pontificia, los detractores de esta doctrina presentaron el ejemplo histórico de la condena de Honorio. Sin embargo, los defensores de la infalibilidad valoraron el anatema impuesto a Honorio como una medida disciplinar y no como un juicio doctrinal, en continuidad con el sentir que al respecto se habla tenido en la edad media, es decir, en la primera e inmediata recepción del sexto concilio ecuménico.

ANÁLISIS PROFUNDO.

Si se analizan con detalle la primera carta de Honorio y los fragmentos de su segunda carta, se aprecia que, en realidad, su punto de vista era diferente del sostenido por el patriarca Sergio. Este último, firmemente monoenergista, atenuó la significación de su doctrina en la carta que le había dirigido a Honorio, el cual, ciertamente por negligencia, no captó la gravedad del error teológico expuesto por Sergio. Lamentablemente, desconfió de Sofronio, considerado como un inoportuno, y creyó poner fin a las discusiones de los obispos orientales adoptando la fórmula equivoca y ambigua.

En todo caso, lo hizo en una carta que no reúne los requisitos teológicos -hoy día bien delimitados, tras el Concilio Vaticano I- de la definición infalible: No puede decirse de ninguna forma que el Papa Honorio enseñara una herejía ex cátedra.

Jesucristo, dotado de dos voluntades, asumió la naturaleza humana carente de pecado y que, por ello, la voluntad humana de Jesús, no debilitada por el pecado original, obraba en plena y conforme unidad moral con su voluntad divina. Esta es la doctrina correcta que Honorio pretendió sostener. El problema es que esta doctrina, de suyo correcta, fue expuesta por ese Papa con la terminología monotelita que le habla proporcionado la epístola de Sergio, dando a entender, negligentemente, que se difuminaba o aniquilaba en la persona divina de Cristo la integridad de su voluntad humana. A. V.






LA CONTROVERSIA CRISTOLÓGICA

La controversia cristológica provocó, entre otras cosas, la convocatoria de numerosos concilios, de los cuales tres tuvieron el rango de ecuménicos: el de Éfeso (431), el de Calcedonia (451) y el segundo de Constantinopla (553).

Resumidamente, cabe afirmar que en el concilio efesino, convocado por el emperador Teodosio II (408- 450), al condenarse el nestorianismo, se resaltó la única persona divina de Jesús, ya que Nestorio había sostenido que a las dos naturalezas de Cristo correspondían dos sujetos o personas, divina y humana, rompiendo así la unidad personal del Hijo de Dios hecho hombre. En el concilio calcedonense, convocado por el emperador Marciano (450-457) a instancias de su esposa, al condenarse el monofisismo, se puso más bien de relieve la doble naturaleza de Cristo y su unidad personal sin mezcla ni pérdida de cualidades de ambas naturalezas, ya que el monofisismo proponía que, a consecuencia de la unión de las dos naturalezas de Jesucristo, la naturaleza humana era difuminada y, por tanto, aniquilada en la inmensa grandeza de la divinidad del Hijo de Dios.

Y en el segundo concilio constantinopolitano, impulsado por el emperador Justiniano (527-565), se condenaron "los tres capítulos", es decir, tres obispos del siglo V, en aquellas fechas ya fallecidos más o menos próximos a posiciones nestorianas, Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa, cuyo rechazo oficial por parte del concilio podría ser del agrado de los monofisitas.

Y es que, pese a la condena del monofisismo en el concilio de Calcedonia, esta doctrina continuó vigente largo tiempo entre muchos obispos y monasterios de Siria, Egipto y Armenia.

Los seguidores de esta doctrina rechazaban la validez del concilio de Calcedonia y, por ello, consideraban que, tras la aprobación de ese concilio, el Papa, el patriarca de Constantinopla, así como el emperador hablan incurrido en herejía. Justiniano intentó mediante la condena de los tres capítulos apaciguar los ánimos de los monofisitas; pero, además de que no consiguió suprimir el monofisismo en el oriente cristiano, desencadenó a su vez una oposición feroz por parte de numerosos obispos occidentales, que veían en el segundo concilio de Constantinopla una actitud demasiado severa hacia Teodoreto e Ibas, defensores de la ortodoxia durante el concilio de Calcedonia. La polémica entre calcedonianos y monofisitas continuaba, por tanto, sin resolverse. A.V.

MAS DE SAN CIPRIANO

San Cipriano. Obispo de Cartago y mártir. Año 258.
Este fue el Santo más importante del Africa y el más brillante de los obispos de este continente, antes de que apareciera San Agustín.
Había nacido en el año 200 en Cartago (norte de Africa) y se dedicó a la labor de educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un impresionante ascendiente sobre los demás.
Llegado a la mayoría de edad se convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote llamado Cecilio. Se hizo bautizar y una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre casto, y de no contraer matrimonio (celibato se llama a este modo de vivir). A las gentes les llenó de admiración el tal voto o juramento, porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.
Desde su conversión, descubrió Cipriano que la S. Biblia contiene tesoros maravillosos de buenas enseñanzas y se dedicó con toda su brillante inteligencia a estudiar este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían escrito, respecto de la Sagrada Escritura. Hizo el sacrificio de renunciar a sus literatos mundanos que tanto le agradaban antes, y en adelante ya nunca citará ni siquiera una frase de un autor que no sea cristiano católico. Escribió un comentario acerca del Padrenuestro, tan bello, que hasta ahora no ha sido superado por otro autor.
Fue ordenado sacerdote, y en el año 248 al morir el obispo de Cartago, el pueblo y los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno para ser el nuevo obispo de la ciudad.
El se resistía y quería huir o esconderse, pero al fin se dio cuenta de que era inútil oponerse al querer popular y aceptó tan importante cargo, diciendo: "Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes". Y llegó a ser el más importante de todos los obispos que tuvo Cartago.
Un escritor de ese tiempo dejó este retrato de la bondad y venerabilidad de Cipriano: "Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor amor".
En el año 251 el emperador Decio decreta una terrible persecución contra los cristianos. Le interesaba sobre todo acabar con los obispos y destruir los libros sagrados. Y para que el mal a la religión sea mayor invita a todos los que quieren renegar de la religión cristiana a que quemen incienso ante los dioses y ya con eso quedan perdonados. Muchísimos caen en esta trampa, y con tal de no perder sus bienes, su libertad y su vida misma, queman incienso ante las imágenes de los ídolos paganos, y reniegan de la santa religión. El mal es inmenso.
Cipriano, con gran prudencia, viendo que lo que primero buscan es acabar con todos los jefes de la Iglesia, huye y se esconde, pero desde su escondite envía continuas cartas a los creyentes invitándolos a no abandonar la religión por nada en la vida. Los paganos recorren las calles de Cartago gritando: "Pedimos que Cipriano sea echado a los leones". Pero no lo lograron encontrar para echarlo a las fieras.
Hubo un corto período de paz y Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado de la religión, sin exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia le exigió que hiciera antes cierto tiempo de penitencia. Así preparaba a los creyentes para que en las próximas persecuciones no se dejaran dominar por el miedo y no renegaran tan fácilmente de sus creencias. Muchos se oponían a esta severidad, pero era necesaria para prevenir el peligro de apostatías en la próxima persecución que ya se avecinaba. Y sucedió que cuando vinieron después las más espantables persecuciones, los cristianos prefirieron morir antes que quemar incienso a los dioses de los paganos. Y fueron mártires gloriosos.
El año 252, llega la peste de tifo negro a Cartago y empiezan a morir cristianos por centanares y quedan miles de huérfanos. El obispo Cipriano se dedica a repartir ayudas a los que han quedado en la miseria. Vende todo lo más valioso que hay en su casa episcopal, y pronuncia unos de los sermones más bellos que se han compuesto en la Iglesia Católica acerca de la limosna. Todavía hoy al leer tan emocionantes sermones, siente uno un deseo inmenso de dedicarse a ayudar a los necesitados. Sus oyentes se conmovieron al escucharle tan impresionantes enseñanzas y fueron generosísimos en auxiliar a las víctimas de la epidemia.
El año 257 el emperador Valeriano decretó una violentísima persecución contra los cristianos. Pena de destierro para todo creyente que asistiera a un acto de culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se atreviera a celebrar una ceremonia religiosa. A Cipriano le decretan en el año 157 pena de destierro, pero como donde quiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretan pena de muerte. Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Son muy interesantes. Dicen así:
El juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?
Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos.
El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?
Cipriano: Si, lo soy.
El juez: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.
Cipriano: No lo haré nunca.
El juez: Píenselo bien.
Cipriano: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.
El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: "Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada".
Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: ¡Gracias sean dadas a Dios!
Toda la inmensa multitud gritaba: "Que nos maten también a nosotros, junto con él", y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.
Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.
El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.
A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.
A San Cipriano le rogamos que ruegue a Dios para que
los que somos seguidores de Cristo,
no sintamos nunca vergüenza de ser cristianos,
y proclamemos siempre y en todas partes
con palabras y buenas obras
nuestra santa religión.
Hijo de una de las principales familias de Antioquia, seg�n las cr�nicas m�gicas, Cipriano se dedic� desde muy joven a las pr�cticas del ocultismo.

A los veinte a�os de edad ya gozaba de una gran reputaci�n entre sus paisanos, quienes le visitaban frecuentemente tanto para formularle consultas sobre el arte encantatorio como para ilustrarse sobre cuestiones filos�ficas, en las cuales Cipriano era tambi�n muy versado.

Cierto d�a, cuando paseaba por las afueras de la ciudad, Cipriano se top� con dos j�venes que se estaban batiendo en duelo. El Gran Cipriano, como ya le llamaban, amante de la paz, se interpuso entre ambos j�venes y les interrog� sobre la causa del desaf�o. Ambos muchachos, Flavio y Lelio, enamorados de la misma joven, hab�an determinado batirse a duelo con objeto de que al morir uno de ellos, el otro quedara libre para aspirar al cari�o de la que amaban. Cipriano les propuso actuar como mediador ante la muchacha para que ella decidiera a qui�n de los dos prefer�a. Ambos amigos aceptaron la mediaci�n del m�gico, y acordaron que aquel que quedara desairado se conformar�a pac�ficamente y ceder�a el campo a su venturoso rival.

Cumpliendo su promesa, al d�a siguiente Cipriano se present� en casa de la joven Celia, y qued� tan prendado de su belleza que pronto olvid� su misi�n y se sinti� repentinamente enamorado de ella.

Haciendo un poderoso esfuerzo de voluntad, expuso al fin el motivo de su visita, y suspir� aliviado cuando Celia le asegur� que no amaba ni a Flavio ni a Lelio y que, por lo tanto, ellos no deb�an abrigar la menor esperanza. En vista, pues, de que ninguno de los dos amigos pod�a conmover el coraz�n de la bella, Cipriano se aventur� a revelarle su fulminante amor.

-Vos tampoco pod�is acariciar esperanzas, buen Cipriano. Aunque estimo vuestra preferencia, me veo en el deber de rechazaros. Mi vida est� consagrada a la nueva fe.

-�Os hab�is hecho cristiana?

-S�.

A la saz�n, el cristianismo se estaba propagando entre los gentiles y Celia era uno de los nuevos adeptos. Cipriano se fue desalentado, herido en su amor propio y decidido a doblegar la voluntad de la muchacha. Al llegar a su casa se puso a confeccionar de inmediato un filtro amoroso.

Cogi� una de las v�boras del cesto, le cort� la cabeza y la puso al fuego sobre una piedra caliente. Despu�s de desecada, la redujo a polvo en el mortero le agreg� el hip�manes de un potro joven, unas onzas de l�udano y un escr�pulo de semillas de c��amo. Disolvi� la mezcla en un julepe de vino y puso a macerar en �l un pedazo de su camisa de dormir, usada durante m�s de dos noches.

Transcurridos unos d�as, quit� el pedazo de lienzo y a�adi� unas gotas de tintura de cant�ridas. Tras haberse frotado las manos concienzudamente con la mixtura, march� de nuevo a visitar a Celia, con la excusa de reiterar la misi�n que Flavio y Lelio le encomendaran. Como el m�gico esperaba, el filtro no tard� en producir sus efectos, y la esquiva Celia cay� rendida de amor en sus brazos.

Cuando la joven pudo darse cuenta de lo ocurrido, comenz� a llorar amargamente, y reproch� a Cipriano que hubiese usado de sus malas artes para seducirla. Al ver la desolaci�n de la muchacha, y arrepentido de haber utilizado aquellas armas, Cipriano le pidi� perd�n y le jur� que jam�s volver�a a molestarla.

De vuelta a su casa, abatido, Cipriano se puso a reflexionar amargamente. Contrito, se dispon�a a destruir todos sus instrumentos m�gicos, cuando oy� que llamaban a la puerta. En el umbral, un forastero se apoyaba con aire de cansancio. El desconocido le pidi� asilo por aquella noche, y Cipriano le hizo entrar en su casa y le invit� a compartir su yantar.

-Os veo triste -le dijo al cabo de un rato el forastero- y aunque soy un extra�o, si confi�is en m� podr�a remediar vuestras penas...

-Os doy las gracias, pero eso no es posible. Mis penas ya no tienen remedio -respondi� Cipriano.

-Yo os aseguro lo contrario y si quer�is comprobar mi buena voluntad, os prometo hacer maravillas, de tal naturaleza, que os convencer�n de que poseo un poder desconocido para vos.

-En ese caso, haced que se presente aqu� y al momento la persona a quien amo; y que me demuestre su cari�o de modo vehemente -le dijo Cipriano con una sonrisa, aceptando el desaf�o.

Pero apenas hab�a terminado de formular su petici�n cuando Celia apareci� ante �l, vestida s�lo con un velo y tendi�ndole los brazos.

-Aqu� estoy, Cipriano amado. Mi cuerpo y mi alma te pertenecen.

Cipriano tambi�n tendi� sus brazos, pero �stos s�lo pudieron abrazar el vac�o. La visi�n se hab�a disipado al instante.

-�Qu� magia, qu� hechizo es este que me hace perder la raz�n? �Qui�n sois vos, forastero? -grit� Cipriano, arrebatado, interpelando a su hu�sped.

-Seria mejor que me preguntarais qu� clase de ciencia es la que ejecuta tales prodigios...

Al advertir el repentino fulgor de los ojos del desconocido, Cipriano comprendi� que se hallaba ante el mismo Satan�s.

-T� puedes lograr los mismos prodigios -sigui� el forastero-, pero para ello es preciso que adquieras los conocimientos necesarios. Te entregar� un libro que resume toda la ciencia de la naturaleza.

El estudio de esta ciencia s�lo se adquiere con dedicaci�n y perseverancia. Pero te exijo dos condiciones: la primera, que debes entregarte a m� en cuerpo y alma; la segunda, que durante el plazo de un a�o no has de distraerte del estudio y las pr�cticas que yo te har� conocer...

Cipriano, dominado por completo por el deseo de saber, subyugado tambi�n por el ascendiente que sobre �l ejerc�a el misterioso personaje, acept� obedecerle ciegamente con tal de que le pusiera en posesi�n de tan poderosa ciencia, al tiempo que, en su interior, barruntaba ya la forma de burlar el pago que el diablo le exig�a a cambio.

Durante un a�o, a partir de aquella fecha, nadie volvi� a ver ni a saber nada de Cipriano. Transcurrido este tiempo, Cipriano regres� a Antioquia y sorprendi� a todos con sus maravillosos prodigios.

Seg�n la tradici�n, el diablo puso en manos de Cipriano un libro escrito en hebreo, El gran Grimor�a, que algunos atribuyen tambi�n al papa Honodo, y el cual encerraba entre sus p�ginas los secretos cabal�sticos del drag�n rojo y la cabra �nternal, o cabra del arte, as� como tambi�n el maravilloso secreto de los n�meros, o sea el conocimiento de la c�bala. Antes de recibir la palma del martirio, en el libro que se le atribuye, Cipriano dice: �El n�mero no es otra cosa que la repetici�n de la unidad. La unidad penetra f�cilmente en los n�meros y es la, medida com�n de todos ellos, as� como es su manantial y su origen... La unidad es el alma vegetal y mineral que se encuentra en todas partes, que nadie conoce y que ninguno llama por su nombre, pero que est� oculta bajo n�meros, figuras y enigmas, y sin la cual ni la alquimia ni la magia natural podr�an tener �xito...�

Influido ya en esta �poca por las doctrinas cristianas, Cipriano a�ade: �As� como el uno es la armon�a, el dos es el antagonismo, la uni�n moment�nea de dos fuerzas en equilibrio, el principio del movimiento. Simboliza la acci�n de la vida, mientras que el tres es la existencia, el p�ndulo, el cual, asociado al dogma cristiano, representa a Dios, vita, verbum, lux...�

Adem�s de su profundo conocimiento de la c�bala se atribuyen a Cipriano poderes extraordinarios. La gente le consultaba respecto a objetos perdidos y �l los encontraba mirando fijamente en un vaso de agua. Algunos exegetas a�aden que Cipriano ve�a sobre la superficie del agua paisajes lejanos, rostros, el interior de los hogares y personas ya desaparecidas. Tambi�n se le atribuyen dotes de magnetismo y fascinaci�n, hasta el punto de producir catalepsia en los individuos que hipnotizaba.

Toda esta informaci�n, por supuesto, debe ser tomada con la mayor circunspecci�n, pues procede de viejos textos que realzan, por un lado, la influencia decisiva de San Cipriano en el auge de la iglesia de Antioquia, mientras que por otro lado acusan los rasgos esot�ricos del mago, bajo cuya aureola, posteriormente a su martirio, comenzaron a aglutinarse ramas heterodoxas cristianas y tambi�n sociedades secretas que en su evoluci�n hist�rica se bifurcaron tambi�n en diversas ramas, una de las cuales dio origen a las Siete Iglesias del Apocalipsis, suerte de masoner�a incipiente que bajo la autoridad de un consejo supremo o Sinedri�n -comit� de siete adeptos- ten�a potestad para elegir al hermano Abraham o grado m�ximo de la secta.

F�cilmente asociable a la v�a sem�tica a que antes aludimos, Cipriano define al hombre como semejante a Dios, puesto que su ser encierra tres personas: el pensamiento, el cuerpo astral o sideral y el cuerpo terrestre, es decir, las tres unidades o mundos de la c�bala.

La hagiograf�a de Cipriano dice que cuando le nevaban al circo para arrojarle a las fieras, se encontr� con Celia y Justina, condenadas tambi�n a recibir la palma del martirio. Sin embargo, en los comentarios de Suforino a la obra de San Cipriano, dice que sus disc�pulos le llamaban Sadik, que es el titulo de veneraci�n que los esenios y gn�sticos daban a sus maestros.

Este mismo saludo, efectuado mientras se juntaban piadosamente las manos, es el que se hacia a Baal Schem Tab, cuyo nombre profano era Israel Ben Eliezer, fundador en el siglo XVIII de la secta m�stica de los haxidianos, destinada a proseguir los misteriosos estudios de la c�bala. En los textos de los primeros Sadiks, la figura de Cipriano reviste un car�cter m�s esot�rico en relaci�n con el expuesto por los comentaristas cristianos. Sustancialmente, la versi�n de su vida es la misma, a excepci�n de la figura de Celia, quien, en lugar de ser la piadosa joven de los hagi�grafos cristianos, es la encarnaci�n de Lilith, la primera mujer de Ad�n y la representaci�n del diablo hembra, de acuerdo con las tradiciones jud�as.